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Cuando nació, el tío paterno lo registró, porque el progenitor estaba en Cuba, trabajando por la economía familiar. La cuestión es que nadie sabe la razón, pero el pariente sustituyó el apellido del padre, por otro de respetada distinción. Juan creció con apellido influyente y logró el reconocimiento que no recibió, de su padre ausente.
En aquella época, la descendencia trabajaba con intensidad para el clan y las hijas de Juan, vieron en el matrimonio, una forma de libertad; se casaron con dos hermanos del vecindario en un proyecto doble de compromiso territorial. Los hijos de Lutgarda y las hijas de Juan sellaron un pacto para la prosperidad hasta que las comparaciones causaron rencores de variada intensidad.
Juan y Lutgarda, vecinos también en el plano astral, observaron que las semillas necesitan una tierra de paz para prosperar. Las nietas lo saben y nutren el árbol familiar, de ese alimento espiritual.