Presencia PerFecta
De pequeña sentía temor al apagar la luz de la habitación, por las criaturas que sentía ocultas en la oscuridad. Cuando pregunté la razón de aquellas presencias atemorizantes, me contaron que Dios había enviado a su hijo para salvarnos del mal. La imagen del crucificado no me impresionó, porque ya había visto bastante violencia en la televisión. Luego me hablaron de la muerte; eso me impactó, porque nunca albergué la idea de desaparecer.
Traté de ordenar los datos de intereses contrarios con conflictos varios. Cuando me cansé de pelear, entendí la vinculación del campo energético con la necesidad emocional. Entonces me dediqué a estar en paz y encontré una guía, lejos de la mente colmena de uso habitual; así comencé la relación con la Presencia que observa la correspondencia entre lucidez y oscuridad, como variantes de intensidad.
El estado de gratitud comenzó aumentar y aquella niña adquirió la madurez necesaria, para abrir el corazón a la Presencia Incondicional.