El embrión humano nace como cualquier animal, en dirección a otra dimensión de la realidad. Su potencial de discernimiento, produce «despertares» hacia otras percepciones de la realidad, a través de ciclos de nacimientos, dirigidos a aplicar coherencia en la cotidianidad, con la finalidad de retomar la unidad con una profunda autoridad, que anida en el centro interno de cada cual. Esta conexión de firme intención, impulsa a cruzar el umbral de la mentalidad corporativa, hacia otra existencia mental, con capacidad para unificar «Cielo/Tierra» en la cotidianidad.