Diferentes «humanitas» han abarcado el propósito de la experiencia terrenal, desde su localización «espacio-temporal», sin englobar la existencia multidimensional. Resolver este enigma fundamental, conlleva dedicación a la fuerza más motivadora de la realidad, que es el amor a la verdad. Esta cuestión implica reflexionar sobre la práctica individual, en el espejo de la cotidianidad, para progresar en secuencia inversa a los vicios de la personalidad. La metáfora del espejo invita a reconfigurar los desvíos de la mentalidad, con coherencia psicoemocional, para generar cooperación entre lógica e intuición. De su colaboración surgirá la inteligencia del corazón, que revela multidimensionalidad, en una mente liberada de los ángulos de la opinión.