True Story
De pequeña escuchaba «no mientas», mientras los adultos justificaban sus falsedades con excusas de variedad. «No pruebes el alcohol», aunque fuera el compañero inseparable de cualquier fiesta familiar. Por supuesto «no fumar», mientras humeaban en todo tipo de espacios sin piedad. «Cuidado con el qué dirán», al tiempo que oía los reproches entre ell@s y hacia l@s demás. Le siguió la idea del «éxito como valor» y que los cambios son una oportunidad (aunque se negaran a transformar las contradicciones más habituales para empezar).
Más tarde llegó la culpa por ejercer mi creatividad y finalmente el miedo a la soledad. Sólo el tiempo consiguió otorgar un claro de luna a mi laboratorio emocional. Comencé a sonreírle a lo absurdo y me centré en la pureza de lo sencillo, para cultivar la confianza personal.
La pureza no puede evitar su originalidad.